Pues si. Ya tenemos (casi) dispuestos todos materiales que requiere la inminente llegada de una nueva vendimia que, por cierto, se presenta con unas magníficas expectativas de calidad. Corquetes, tijeras de vendimia, material de seguridad, remolques, cestos, cajas,... Tras un año de silencio en los almacenes bodegueros, pronto escucharemos su esperado sonido, ese que nos anuncia que el momento, el gran momento, está llegando. ¡Comienza el baile!
Todo, cada detalle, debe estar cuidado y mimado para que podamos obtener una uva -y posteriores vinos- de la máxima calidad posible. Por ello nos gustaría hablaros aquí de la importancia, que la tiene y mucha, del tamaño de las cajas que empleamos en vendimia para el transporte desde el viñedo a la tolva de recepción en la bodega. Seguro que lo imagináis: cuanto menor sea el tamaño de las cajas, menor es el riesgo de roturas de los granos por aplastamiento. De esta forma, los racimos -en nuestro caso seleccionados en el propio viñedo y recolectados manualmente- conservan completa su integridad hasta llegar a bodega, evitando posibles alteraciones microbiológicas (bacterias acéticas, levaduras indeseables, brett, etc.) y/o químicas (oxidaciones, pérdidas de color, aumento de sensaciones herbáceas en el aroma, amargor, etc.).
Pero, además, depositar la vendimia en cajas de reducido tamaño nos aporta una serie de ventajas adicionales que debemos aprovechar. Nos permiten:
- Una mayor selección de las uvas en la propia parcela, a pie de viñedo.
- Refrigerar la vendimia en caso de días de vendimia muy calurosos.
- Realizar maceración prefermentativa en frío. Esta técnica consiste en alargar la fase prefermentativa de la maceración, obteniendo vinos con mayor color y cuerpo, mayor capacidad para la crianza y con un perfil aromático más intenso, afrutado y complejo.
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