Una de las ventajas que te da el viajar, es que te permite ver las cosas desde la lejanía, con mayor perspectiva y con más calma. Y esto es a lo que me he dedicado durante la semana pasada. Acabo de retornar de un periplo por EE.UU. y Puerto Rico, donde hemos presentado Viña Ardanza 2001 Reserva Especial, presentaciones que hemos querido adornar con “viejas añadas” de esta emblemática marca de nuestra bodega ‘madre’ La Rioja Alta, SA. Es una de las pequeñas ventajas que tenemos los que nos dedicamos a esto del vino. De vez en cuando, te puedes pegar el lujo de probar y disfrutar, que no catar, de esas viejas glorias que se encuentran en los cementerios de las bodegas. No catar porque pecado es escupir esos magníficos vinazos y dejarlos pasar con un simple “qué bueno”. A estos “Clasicones” hay que dedicarles el tiempo, mucho, porque para ellos, el tiempo no pasa. Pues a eso es a lo que me he dedicado, a disfrutar gozar de “viejas” añadas de Viña Ardanza. Dejando a un lado las querencias personales (me decanto por el 2001, of course)... qué delicadez y sutilidad la del 73, qué elegancia y personalidad la del 85 y qué frescura y viveza la del 96. Inolvidables, la verdad. Y creo que, para los que nos hayan acompañado en estas catas y ahora lean estos comentarios les retornarán recuerdos imborrables. Ojalá sea así. Y por cierto, si alguno de ustedes tienen alguna botella de estas añadas, busquen y encuentren una buena excusa,  bébansela y disfrútenla. En compañía, saben muchísimo mejor. Mi sorpresa, MAYUSCULA,  ha sido encontrarme con una gran cantidad de personas, que aman los buenos vinos viejos. Los vinos maduros y complejos que, por suerte, tienen nuestros Riojas. Gente que se ha saturado de los tablerazos, de las hiperconcentraciones y de las sobremaduraciones. Gente que encuentra la elegancia en las cuidadas crianzas y los largos envejecimientos de los grandes vinos de Rioja. De esta y de otras casas, que por suerte, aquí en Rioja, tenemos algunas. Tenemos más cosas que contar. Para los próximos….