Desde el pasado 1 de enero de 2.014 todas las explotaciones vitícolas están obligadas a llevar a cabo un programa de gestión integrada de plagas (G.I.P.) con el objetivo de llegar a reducir, en pocos años, el consumo de productos fitosanitarios a la mitad del actual.
La idea básica es tratar de prevenir el ataque de cualquier parásito utilizando, en la medida de lo posible, medidas profilácticas poco agresivas y dejando los productos fitosanitarios para “cuando no quede más remedio”. Con ello, conseguiremos producir uva y vino más saludables y de forma más respetuosa con el medio ambiente.
Tendremos por tanto que aprender a convivir con los parásitos que habitualmente se nutren a costa de las vides, manteniéndolos siempre por debajo de unos ciertos umbrales de tolerancia que no supongan un fuerte menoscabo para la producción de uva ni en calidad ni en cantidad. Se trata, pues, de aprender a valorar qué es menos perjudicial: si un cierto daño provocado por los parásitos o los posibles daños ambientales y para la salud de la aplicación de un producto fitosanitario.
Por poner un ejemplo explicativo de lo anterior, permitidme utilizar el símil de una casa infestada de ratones a los que podemos combatir empleando algún tipo agente químico (veneno), colocando cepos o trampas físicas para su captura o recurriendo a un depredador natural como podría ser un gato. Estas dos últimas técnicas se corresponderían con la filosofía de la gestión integrada de plagas. Seguro que no aniquilaríamos a todos los ratones pero su población disminuiría tanto como para que los daños provocados por ellos fueran irrelevantes llegándose a establecer un equilibrio estable ratones y gatos.
Con frecuencia, con la utilización de los productos fitosanitarios de forma poco responsable, en el viñedo es como si se hubiese aniquilado a los “ratones” y a los “gatos”. Pero los “ratones” son más prolíficos y adaptables a las circunstancias adversas que los “gatos”, de manera que rápidamente se multiplicarán ocasionando graves daños…..
A veces, pequeños detalles o ciertas actuaciones aparentemente irrelevantes pueden resultar tan eficaces como la aplicación de un producto fitosanitario. En este sentido, recuerdo hace unos años en un viñedo en el que mantenía el suelo mediante la técnica de cubierta vegetal espontánea en la que abundaban las malvas, que lo mismo fue pasar la segadora que sobrevenir sobre el viñedo un brutal ataque de araña amarilla que tuve que combatir inmediatamente con un acaricida específico.
Si hubiese sido mejor observador habría notado que las malvas estaban siendo parasitadas por la araña amarilla que preferían alimentarse a costa de ellas en vez de hacerlo de las hojas de vid, pero destruí su fuente de alimento y…. No me ocurrirá más veces. Confiaré en los “gatos”.
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