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La filoxera del siglo XXI
Esta es la expresión con la que Richard Smart (“The fliying vine Doctor”) y otros expertos se refieren a las enfermedades de madera de la vid que, sin excepción, están afectando con mayor o menor intensidad a todos los viñedos del mundo. [caption id="attachment_3423" align="alignleft" width="300"]Foto de www.vinetur.com Foto de www.vinetur.com[/caption] Tal expresión puede dar idea de la gravedad del problema. Como bien sabéis, a finales del siglo XIX, un pequeño insecto con nombre científico “Phyloxera vastratix” (filoxera = secador de hojas), de origen americano y parecido a un insignificante pulgón llegó a Europa como huésped en alguna planta que se importaba para formar parte de las colecciones de los jardines botánicos tan en boga entonces. En pocos años se extendió por amplias zonas del viñedo europeo provocando la muerte indiscriminada de cepas que, hasta entonces, tenían raíz europea. Muchos viticultores se arruinaron y no tuvieron otra alternativa que emigrar a América buscando un futuro menos incierto. Por cierto, que como siempre ocurre, hubo oportunistas que desde el primer momento trataron de sacar rédito de la desgracia y desesperación ajenas. Así, un concejal gallego desarrolló una pócima mágica y, por supuesto, carísima, a base de agua, cal apagada, tabaco de infusión, sulfato de cobre y orina de varón (posteriormente el inventor aclaró que la de mujer también servía) que trató de vender como remedio infalible para combatir a la imparable filoxera. Cuando yo estudiaba viticultura hace algo más de 20 años, los expertos en enfermedades de madera del viñedo nos hablaban exclusivamente de la yesca y de la eutipiosis causadas por “Stereum hirsutum” la primera y “Eutipa lata” la segunda. Hoy día se habla de otras tres enfermedades más (Pie Negro, Enfermedad de Petri y Brazo Muerto) y se citan más de cuarenta especies de hongos implicados en ellas. _DSC7505 Evidentemente, ante tal proliferación de agentes causantes resulta imposible encontrar un producto químico que sea eficaz para combatirlos a todos ellos. Los investigadores y las empresas productoras de productos fitosanitarios se afanan en encontrar un remedio que resulte efectivo pero no dan con él y, seguramente y por desgracia, tardarán en encontrarlo. Y, como ocurrió con la filoxera, también existen oportunistas que venden elixires mágicos contra estas enfermedades. Ellos mismos anuncian que son caros, pero lo justifican arguyendo que más caro es quedarte sin viñas… En fin, cada cual que haga lo que considere conveniente, pero rigor científico, muchas veces, poco. Los viticultores claman por volver a poder utilizar el arsenito sódico y descargan sus iras contra los organismos competentes que prohibieron su uso hace unos años por ser tremendamente cancerígeno. Ya veis, serían capaces de anteponer la buena salud de sus cepas a la suya propia. Ante esta tesitura, no queda otra que llevar a cabo medidas profilácticas que traten de evitar la entrada de los hongos al interior de las cepas. Para ello, los viveristas productores de plantas de vid se tienen que esmerar en producir material vegetal totalmente “limpio” y los viticultores tenemos que tratar de dejar pocas puertas abiertas a la infección. Y estas puertas son las heridas de poda. Cuanto más pequeñas y menos numerosas sean éstas, menor riesgo tenemos de infección. Pero el riesgo cero no existe. En este sentido, en nuestra casa ya llevamos varios años formando a nuestros podadores en lo que denominamos “poda poco invasiva” y que sería algo equivalente a la laparoscopia en cirugía. En definitiva, tratamos de intervenir lo menos posible causando cuanto menos daño mejor.

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